ÓSCAR COLLAZOS
No es sólo por el dinero sucio y por los costalados de plata que se están gastando por lo que algunas campañas políticas van a acabar con lo que queda de decencia en los procesos electorales. Muchos candidatos confunden el pragmatismo con el todo vale. Y a la hora de hacer cuentas con los votos que necesitan para llegar al Congreso, no importa de dónde venga la plata ni tampoco la procedencia de los aliados.
Se ha hablado y escrito hasta el cansancio sobre las candidaturas en cuerpo ajeno. El procedimiento no es nuevo. No sólo se burlan las sanciones o condenas caídas a los familiares. Como las campañas se han hecho con compromisos y promesas, a menudo con pagarés y documentos privados (como en una alianza de mafiosos), los elegidos van a mandar a sus aliados a puestos en la administración pública. Y algo más: los socios colocados en cargos de la administración van a pasar su ayudita mensual al político que los hizo nombrar.
Puesto que los organismos encargados de vigilar la transparencia de estos procesos no son lo suficientemente eficaces ni oportunos en el descubrimiento y sanción de trampas y maromas, los ciudadanos han tenido que organizarse y erigirse en veedores. Por ejemplo: “Vigías de la Democracia”, una iniciativa que empezó en la Universidad Tecnológica de Bolívar, se empieza a extender en el nivel nacional. Es preferible convertir a los estudiantes en vigilantes de procesos democráticos que botarlos en calidad de soplones al estercolero de la guerra.
Otra clase de perversión ha empezado a practicarse, distinta a la ocultación de fondos de dudosa procedencia, a la violación de topes, a la compra venta de votos y a las candidaturas en cuerpo ajeno. La modalidad fue concebida por el precandidato conservador Andrés Felipe Arias. “Yo soy el bueno; ellos son los malos”, quiso decirnos el pelaito al mostrarse limpio y blanquito en el centro de la foto, rodeado de “malos”.
Menos mal que el Consejo Nacional Electoral le hizo descolgar la propaganda en la que los malos eran Piedad Córdoba, Jorge Robledo y Gustavo Petro, confundidos con guerrilleros de las Farc. Ante este disparate, propio de la guerra sucia que Uribito aprendió a hacer en su puesto de ministro, el magistrado Marco Emilio Hincapié dijo que “el CNE retira una publicidad como medida preventiva, cuando la sala determina que afecta de manera grave a otra campaña”.
Según la revista Semana.com, “el magistrado dijo que no existe una ley para regular los límites a los que puede llegar una propaganda, pero que el CNE está facultado para regular, vigilar, controlar e inspeccionar las campañas. Una cosa es la argumentación política, y otra cosa es acusar a alguien de paramilitar, guerrillero o matón”.
Además de las marrullerías de Agro Ingreso Seguro, Arias aprendió a hacer marrullerías políticas: hay que eliminar al contrincante llamándolo guerrillero, terrorista o cómplice de guerrilleros y terroristas. Sabemos en qué escuela lo aprendió; no sabíamos que el alumno iba a ser peor que sus maestros.
P.D. Mi voto por Rafael Vergara Navarro al Parlamento Andino.
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